Lo importante es hacer del consentimiento informado un instrumento para que el paciente sea dueño efectivo de su destino, respetando su dignidad personal, brindándole auténtica y clara información acerca de la enfermedad que padece, los posibles tratamientos a seguir y las consecuencias positivas y negativas de los mismos. El paciente tiene el derecho de decidir sobre su persona y el tratamiento a recibir. Máxime cuando existen antecedentes clínicos y legales de perdida de chance relativos a la decisión que esta tomando.
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Por ello, antes de imponer un tratamiento, es recomendable hacerse la siguiente pregunta, ¿Aceptaría yo la aplicación de esa terapia?, o ¿La aplicaría a mi ser mas querido?
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