Fue entonces cuando la vio.Ella venía hacia él desde la esquina contraria, con un balde repleto de herramientas de jardín."Es ella", exclamó mentalmente, "la mala".
La melena descontrolada le caía sobre la frente y las mejillas en arroyos rubios y desaliñados que le enmarcaban el rostro, algunos de ellos descuidados y enmarañados. Él apenas si podía verle los ojos."No parece tan mala", reflexionó.
Sin embargo, recordó lo que Billy le había dicho y se contuvo de contemplarla, atrapado entre la curiosidad y esos fantasmas protectores que llevaba dentro y que le hacían temer el rechazo, lo desconocido y, sobre todo, ser herido.
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